lunes, 11 de febrero de 2013

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El oficial Salinas miró con antipatía a la doctora Valenzuela.
Lo que le desagradaba no era su cara (redonda, de ojos hundidos y medio kilo de maquillaje, rematada con una doble papada) ni su ropa (una hectárea de gabardina por abajo y una blusa a punto de escupir sus botones por arriba, rematados por un guardapolvo gastado) sino el sobre en su mano y las palabras que lo complementarían.
-Es maligno.
Salinas resopló. Había mirado el resultado de los análisis antes, pero no tenía una confirmación oficial de sus temores.
-¿Cuánto tiempo, Mabel?- dijo el policía.
-Todavía no sé. Tengo que hacer más estudios.-respondió Valenzuela.
-Mierda – dijo Salinas, hundiendo la cabeza en el pecho. –En este laburo uno nunca sabe si va a estar al otro día. Pero morirse así…
La doctora suspiró. Siempre era duro dar estas noticias. La vida de un oncólogo estaba llena de momentos así.
–Te hago un certificado. Si querés, te puedo hacer uno de incapacidad. –Ante la mirada confusa del policía aclaró: -Así, vas a poder pasar más tiempo con tu familia.
-¿Podés? Gracias.
El policía se levantó como si el aplastante peso de su propia mortalidad estuviera en sus hombros y se dirigió hacia la guardia.
Totalmente ajenos al predicamento de Salinas, afuera del hospital esperaban Julián Hauscarriague (alias El Llanta) y Jonathan Mamaní (alias El Yoni), ambos con salidas transitorias del Penal de Chimbas y en un aceptable estado de salud.
La razón de su visita, Marcos Olivera (alias El Lengua), había ingresado minutos antes con dos puñaladas en el tórax, causadas por ellos mismos. Olivera tenía información que podía no sólo revocar las salidas transitorias de sus agresores, sino que podía prolongar sus condenas en varios años, hecho que sacó a relucir en la discusión que precedió a las puñaladas.
Ante la posible supervivencia del agredido, El Llanta y El Yoni decidieron asegurar su silencio. El alcohol, las drogas y el miedo los convencieron de que atacarlo en la misma sala de guardia era una buena idea.
Ninguno viviría para darse cuenta de lo equivocados que estaban.

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