El Último
esperaba junto al Portal. Innumerables seres habían cruzado frente a él, de un
lado hacia el Otro. El Esperado se dirigiría hacia allí en algún momento, y era
su misión impedir que cruzara.
De otro
modo… mejor no pensar en eso.
De todos
modos, el Esperado tardaría en llegar. Aún faltaban un par de años para que
iniciara el Evento. O un par de días.
El tiempo
se comportaba de maneras extrañas aquí.
El Último
suspiró (o lo habría hecho, de tener aún un cuerpo físico) y se armó de
paciencia.
El resto de
tentativas de contacto vía Chatpal resultó lisa y llanamente inútil. Elvio
tenia que cuidar su casa, los Lloveras tenían otros planes, y el resto estaba
desconectado.
Habría que
arreglarse con lo que había.
Nicolás T.
(Nico) dejó a un lado su computadora y se dirigió al lienzo inconcluso que lo
esperaba en el caballete, tal vez con cierto reproche. Pasó una mano por su
ensortijado y castaño cabello, mordió sus uñas, bostezó y se acomodó las gafas.
Después de todos estos gestos innecesarios, tomó una tiza pastel verde y empezó
a remarcar la figura.
A medida
que la obra iba tomando forma, su mente empezó a perderse en el trance creativo
semiconsciente, en el que las barreras de su mente consciente se entreabrían para
dejar trabajando al inconsciente. Nicolás ya sabía como funcionaba: si se dejaba
a la mente subconsciente hacer todo el trabajo, llegaría un punto en que ésta
tomaría el control y estropearía la obra. Pero si mantenía la mente consciente
apenas lo justo para supervisar el proceso, el resultado saldría sin
complicaciones.
Dejando a
su mano cubrir el lienzo con los colores apropiados, empezó a divagar sobre los
acontecimientos. Salida el sábado, con amigo, a ver el meteorito. Yankees del orto, detonando cosas peligrosas
sobre nuestro cielo. Pero no había riesgos, ¿verdad? Aunque con el gobierno
actual pocas cosas eran seguras.
La calle no
era una de ellas.
Los
informes sobre criminología –obtenidos de primera mano del corazón de Chimbas-
apuntados eventualmente por Niko D. parecían reforzar esa idea.
Y si el
gobierno no controla lo que pasa en el país, ¿quién puede asegurar que
controlan lo que hacen los de afuera?
Pero no es eso.
Sintió una
oleada de aprensión. El sábado. Algo va a
pasar el sábado.
Era una
idea infundada y por lo tanto, estúpida, pero no podía sacudírsela de encima.
Lo intentó de todos modos, sacudiendo la cabeza. Levantó el rostro hacia el
lienzo.
Estaba
arruinado.
No, no
exactamente, pero… eso no era lo que estaba dibujando. El nuevo dibujo se superponía
completamente al anterior, como si nunca hubiera estado ahí. Sintió un
escalofrío al mirarlo, dejando caer al suelo una tiza pastel negra que se
partió en tres pedazos.
Culpando –tal
vez arbitrariamente- al sueño, decidió abandonar el trabajo. Demasiado cansancio, pensó, dejando la
habitación con el caballete detrás de sí. No se volvió a mirarlo de nuevo.