Capítulo
2: Llovizna de estrellas.
1
-Y vos,
Niko, ¿como andás?
-Mejor que
nunca, no sabés.
-¿Qué,
estás saliendo con seis minas en vez de tres?
-En mi
defensa…-Niko hizo una elocuente pausa tras la cual no agregó nada más.
-¡Mauro,
Niko, vengan a ayudarme, pajeros!
El autor de
estos reclamos era Lucas, el prometido amigo de Niko, y la ayuda requerida
involucraba bajar una parrilla, leña y un cajón de cerveza del baúl de un
Chevrolet Corsa.
Mauro midió
con los ojos al suprascripto -1,80 mts, 90 kg mínimo y contextura musculosa- y decidió
ayudar tan poco como pudiera. Después de todo, él mismo medía 5 cm . menos, pesaba 60 kg y no era tan fuerte como
Lucas. No tenía punto cansarse si alguien más podía.
-Che, ¿y el
dueño de la pelota?- preguntó Mauro, bajando la parrilla.
-¿Yo qué?- dijo Nicolás, bajando del auto con una bolsa
de supermercado, conteniendo pan y chorizos.
-Ah, ahí
estás. Justamente eso te iba a pedir.
Con todo a
la mano, Mauro se preparó para el antiguo ritual ejecutado por los machos de la
especie desde tiempos prehistóricos: asar la comida. Sintió algo de nervios.
Después de todo, dos hechos tiraban de él en direcciones opuestas. Por un
lado, pese a haber trabajado en una
parrillada, jamás había hecho chorizos a la parrilla. Por el otro, tenía una
habilidad casi imposible para la improvisación, una suerte de
análisis-sobre-la-marcha que le permitía obtener resultados pasables en tareas
que jamás había realizado antes.
Decidió
enfocarse en esto último, mientras los demás hablaban.
-¿A qué
hora era esto? –inquirió Nicolás.
-¡No! ¡Fue
hace media hora!-respondió Lucas mirando su reloj con gran desazón.- ¡Puta
madre, nos lo perdimos!
-¿Pero no
era a las…?
-A las once
y cuarto, que ojet…
-Falta una
hora –intervino Mauro, sin levantar la mirada del fuego.
-Ah, claro
–dijo Niko, levantando las manos. Ante la mirada inquisitiva de los demás,
añadió –Hora de Yanquilandia, 23:15 allá, 01:15 del día siguiente acá.
Los
chorizos se hacían a un buen ritmo –sin arrebatarlos estarían listos tan pronto
como terminara la operación- así que Mauro se reunió con el grupo. Era una
noche despejada, y una gigantesca luna llena bañaba la costa del dique, despedazándose
en chispas blancas sobre la superficie del agua. Una brisa suave alejaba a los
mosquitos –que, según Niko, eran balas .22LR.
-Nicolás,
traete mi netbook del auto.
-¿Para qué?
-Mi cuñada me
prestó el módem 3G, deberíamos de tener Internet acá.
-Nah, paja.
-Dale, que
no puedo dejar la parrilla sola.
-¡Ah, ya
voy yo! -dijo Niko con cierto fastidio, pero uniendo la palabra a la acción.
Le entregó
al asador la computadora –una CX SL10 de industria nacional- y esperó a que
estuviera conectada para intentar quitársela de la mejor forma que conocía:
suplicar de modo exasperante.
-Prestame,
prestame, prestame.
-Pará,
jetón –espetó Mauro.
-¿Jetón?
–dijo Lucas, arqueando una ceja.
Mauro
gruñó. El insulto anacrónico no era novedad para su grupo, pero la sorpresa del
recién llegado –que lo oía por primera vez- le recordó nuevamente que ya había
alcanzado la treintena.
-Dejame que
entre a /foilhat/ y te la dejo.
-¿Qué es
/foilhat/? –preguntó Niko.
-El lado
paranoico de cierto imageboard. Todas las teorías de conspiración de la Internet,
y, de vez en cuando, algo útil.
-Como los
planes a futuro de los Illuminati –terció Nicolás, riendo.
-Tampoco la
pavada… no, nada nuevo sobre el meteorito… satélite yankee, plato volador,
desechos de la Guerra Fría… tomá –dijo Mauro, extendiéndole la máquina a Niko.
-¡Yay!
¿Tenés Chatpal instalado?
Mauro lo
miró por sobre el hombro con los ojos entrecerrados y un rictus en los labios.
-Ah, cierto
que chateas con esta máquina –se disculpó Niko. Mauro se alejó meneando la
cabeza en dirección a la parrilla.
jajajaa, ese niko es un idiota XD
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